jueves, 30 de julio de 2015

Sección: Ecomuseos en España – Spain Ecomuseums


Today we inaugurate a new section: Ecomuseums in Spain. The purpose of this section is to reflect the years of research on Spanish ecomuseology. It is an opportunity to describe (and share) all those experiences that they have emerged in our country under the name of "Ecomuseum".


Hoy inauguramos una nueva sección: Ecomuseos en España. El propósito de esta sección es reflejar los años de investigación sobre ecomuseología española. Es una magnífica ocasión para describir (y compartir) todas aquellas experiencias que han surgido en nuestro país bajo el rótulo de «Ecomuseo».

Esta sección aparecerá todos los jueves. Aparte de las descripciones de los diferentes ecomuseos que se han creado en España, se realizarán reflexiones, se aportarán datos y se intentará que este espacio pueda ser un lugar de referencia, un observatorio, para el futuro de la ecomuseología y la Museología Social española.

En esta primera entrega no haremos una descripción de un ecomuseo en concreto, sino que realizaremos una breve síntesis del fenómeno en España. Esto nos ayudará a entender cómo se han gestado en nuestro país y qué características han desarrollado.


Contexto – Context

The Ecomuseum (Community Museum, neighborhood Museum, etc.) is a process, an utopia. In the historical moment of its creation was an open door, to find new ways of relating the heritage, museums and society.


Hace cuarenta y cuatro años nacía un nuevo concepto, el ecomuseo, en una restaurante, La Flambee, situado en las inmediaciones de la sede la UNESCO en París. La avidez mental de Hugues de Varine-Bohan y las enseñanzas y experiencias de Georges Henri Rivière daban vida a uno de los conceptos museológicos más importantes del siglo XX. El término se hizo oficial cuando el Ministro francés de medioambiente, Robert Poujalde, lo pronunció por primera vez en la IX Conferencia General del Consejo Internacional de Museo (ICOM) celebrada en Grenoble.

El objetivo del ecomuseo no se encontraba en la conservación de unas colecciones, sino en el uso de las funciones y herramientas que proporciona el museo y su campo de conocimiento, la Museología, para contribuir social, cultural y económicamente a una determinada comunidad. El museo, criticado desde hacía décadas como templo, un mausoleo un cementerio, frío y pasivo, salía definitivamente de sus muros para convertirse en un medio para el desarrollo integral de la sociedad con la que cohabita.

El ecomuseo se convirtió en un hito histórico en el cambio de mirada hacia los museos por parte de los profesionales e instituciones, incluso de los usuarios; y un cambio en los procesos de patrimonialización, pasando a cobrar mayor importancia la contribución y participación del conjunto de la población en la construcción de una identidad cultural.

Aunque el ecomuseo, como concepto, nació en Francia, no fue algo espontáneo ni aislado del mundo francófono. Desde los museos al aire libre escandinavos de finales de siglo XIX, los museos comunales franceses, los museos de barrio estadounidenses y los museos comunitarios latinoamericanos de los años sesenta, o desde la creación de la disciplina de la Interpretación del Patrimonio, que nacía en los Parques Nacionales estadounidenses en los años cincuenta; el concepto de patrimonio fue ampliándose de su tradicional visión reducida a lo histórico-estético y alejándose de su estructura vertical –del profesional a la sociedad– en su proceso de patrimonialización, para alcanzar un enfoque cultural-antropológico del término y una horizontal en su proceso de patrimonialización, donde la sociedad tuviera mayor protagonismo.

Este sentimiento integral de tratar el patrimonio y su relación con la sociedad pronto caló en los museos. La Mesa Redonda de Santiago de Chile de 1972 organizada por el ICOM se ha considerado el punto de inflexión formal en el que la noción de Museo Integral, llámese ecomuseo, museo comunitario, museo de barrio, etc., tuvieron un reconocimiento a nivel internacional. En 1985 llegó un nuevo impulso para este reconocimiento con la ceración del Movimiento Internacional para la Nueva Museología (MINOM), asociado al ICOM-UNESCO. Un organismo que se encargará de impulsar experiencias museológicas comunitarias y de velar por que la función social de los museos sea algo más que un punto en la redacción de planes estratégicos.


Pilares del ecomuseo – Ecomuseum’s mailstones

En 1980 aparecía la tercera y definitiva definición evolutiva elaborada por Rivière[1]:

Un ecomuseo como un instrumento que el poder y la población conciben, fabrican y explotan conjuntamente. El poder, con los expertos, las instalaciones, y los recursos que ponen a disposición; la población, según sus aspiraciones, sus conocimientos y su idiosincrasia.
Un espejo donde la población se contempla para reconocerse, donde busca la explicación del territorio en el que está enraizada y en el que se sucedieron todos los pueblos que la precedieron, en la continuidad y la discontinuidad de las generaciones. Un espejo que la población ofrece a sus huéspedes, por hacerse entender mejor, en el respeto de su trabajo, de sus comportamientos y de su intimidad.
Una expresión del hombre y de la naturaleza. El hombre es allí interpretado en relación a su ámbito natural, y la naturaleza está presente en su estado salvaje, pero también tal como la sociedad tradicional y la sociedad industrial la transformaran a su imagen.
Una expresión del tiempo, cuando la interpretación remonta hasta el momento de la aparición y se va escalonando a través de los tiempos prehistóricos e históricos para desembocar en el tiempo del hombre de hoy. Con una apertura al mañana, sin por ello arrogarse poderes de decisión, el ecomuseo cumple una función en el campo de la información y del análisis crítico.
Una interpretación del espacio: de espacios privilegiados donde detenerse, donde caminar.
Un laboratorio, en cuanto contribuye al estudio histórico y contemporáneo de la población y de su entorno y favorece la formación de especialistas en la materia, en cooperación con otras organizaciones de investigación.
Un conservatorio, en la media en que contribuye a la preservación del patrimonio natural y cultural de la población.
Una escuela, en la media en la que asocia esta población a sus actividades de estudio y de protección, donde le incita a tomar mayor conciencia de los problemas que plantea su propio futuro.
Este laboratorio, este conservatorio, esta escuela se inspiran en principios comunes. La cultura a la que pertenecen debe ser entendida en su sentido más amplio, y es por eso que se esfuerzan por hacer conocer su dignidad y su expresión artística, cualquiera sea el estrato social del que emanan esas experiencias. Su diversidad no conoce límites, a tal punto difieren sus elementos de un caso a otro. Su característica es la de no encerrarse en sí mismos: reciben y dan.

Es interesante destacar que el prefijo eco no es una mera alusión a la ecológica, «le préfixe ‘éco(logique)’ se réfère a une notion d’écologie humaine et aux relations dynamiques que l’homme et la société établissent avec leur tradition, leur environnement et les processus de transformation de ces éléments» (Varine-Bohan, 1978 : 31). Es decir, la ecología, ahora sustituida por la palabra sostenibilidad y sustentabilidad, significaba un visión integral de una actividad museal hacia un sujeto y no, como en la museología tradicional, enfocada hacia el objeto.

Los parámetros en los que se basará serán: la democracia cultura; un nuevo y triple paradigma (de la monodisciplinariedad a la pluridisciplinariedad, del público a la comunidad y del edificio al territorio); la concienciación; un sistema abierto e interactivo; y el diálogo entre sujetos (Marc Maure, 1996: 127-132). Parámetros que serán válidos no únicamente para los ecomuseos, sino también para aquellas experiencias como los museos de barrio o los museos comunitarios y para a Nueva Museología en general.

Queda patente el sentido social del ecomuseos, la horizontalidad de una gestión democrática, donde son tan importantes los profesionales como los habitantes y el territorio como lugar de participación. Se caracterizaban por cuatro características básica (1978: 31-34):

  1. La comunidad como objeto y sujeto del ecomuseo. Los ecomuseos nacen del análisis preciso de la comunidad y de sus necesidades. Este análisis debe provenir no sólo de los profesionales sino especialmente de la comunidad, es la forma de llegar a la concienciación y a la cultura crítica.

  1. El ecomuseo es un elemento de desarrollo. Supera las funciones del museo tradicional de herramienta para la educación formal y la conservación de un patrimonio.

  1. El patrimonio es la materia prima para la acción del ecomuseo. Su documentación y catalogación con la participación de la comunidad es una pauta para la evolución del ecomuseo. En este sentido se vuelve crucial conocer y recuperar la Memoria, en sentido de patrimonio oral e intangible, de la comunidad.

  1. Educación integral. Este trabajo lleva a una educación en todos los sentidos sobre la comunidad y sus actores. Una forma de concienciar de que el entorno y lo que se crea en sociedad puede ser útil para la misma como testimonio de la identidad o como herramienta de desarrollo.

Jean Claude Duclos en su texto L’écomusée, Histoire et actualité (1990) resumía las características de los ecomuseos a tres pilares básicos: la participación de la comunidad; la contribución de las funciones de los museos (conservación, investigación y difusión) a la reflexión crítica de la población sobre su situación, su entorno y su identidad; y la utilización de una pluridisciplinariedad en la construcción de una experiencia ecomuseal que se adapte a las necesidades de la población y esté atenta a los cambios que se vayan produciendo. El desarrollo comunitario y la transformación social se perfilan como las metas finales.

El ecomuseo debe pretender, por tanto, entre sus realidades, ser un análisis de la estructura, problemáticas y alternativas de una comunidad determinada, y de las necesidades de sus habitantes, de su territorio y la evolución hacia el futuro de la misma. El ecomuseo no busca una eficacia técnica institucional sino el desarrollo de una conciencia crítica comunitaria. Los ecomuseos son entidades vivas, cambiantes y sin un modelo único y rígido (Rivière, 1989, Davis, 1999, Corsane, 2006 entre otros). Cada comunidad es diferente, cada necesidad social y territorial demanda una forma de actuar precisa.

Teóricos y profesionales que han trabajado en el mundo de la ecomuseología han partido de estás bases especificándolas o desarrollándolas fundamentalmente en la idea de la participación de la comunidad en la creación y gestión del ecomuseo, y en la idea del desarrollo del territorio de la propia comunidad y del territorio. Tal es el caso de Patrick Boylan (1992), Hamrin and Haulander (1995), Kazuoki Ohara (1998), PeterDavis (1999), Maurizio Maggi (2000), Gerard Corsane (2006) o PierreMayrand (2009) entre otros.


Hacia el consenso

La tipología ecomuseal podemos afirmar que se compone de ciertas partes imprescindibles que forman los pilares distintivas con otras instituciones. Estas son: el individuo, como ente catalizador de la cultura crítica y actor del cambio; la comunidad como el sujeto del ecomuseo y la portadora de la iniciativa; la memoria colectiva como el nexo de unión de la comunidad y otro de sus elementos: el patrimonio cultural y natural; y el entorno, un territorio. Todos estos elementos son el engranaje que debe llegar a un estado de utopía o de desarrollo y evolución constante del ecomuseo como así lo haría la propia comunidad. Los medios para alcanzar este objetivo: la presentación museográfica, la interpretación y reapropiación del entorno, la concienciación y el diálogo, la participación integral por parte de la comunidad en todas las partes del ecomuseo, y la mirada a largo plazo en política de desarrollo sostenible.

En la actualidad la ecomuseología y, más concretamente, los ecomuseos, se dividen esencialmente entre la utilización del modelo anglosajón seguido por Peter Davis y del modelo más francófono en consonancia con las ideas de Pierre Mayrand. A primera vista resultaría patente que el primer modelo pone su énfasis en la sostenibilidad ambiental y social y el segundo recalca el protagonismo de la comunidad como actor principal sobre el entorno.

Pero una visión más detallada atisba numerosos puntos de encuentro entre ambos:

·      Todos tienden a considerar el ecomuseo como un acto de acción democrática y descentralizado en la que lo importante es la suma de las partes y la interacción entre las mismas.

·      El patrimonio intangible como memoria para concienciar a la población y trabajar en su desarrollo es fundamental, en ciertos casos más que la recuperación simple de bienes materiales.

·      La concienciación sobre el respeto entorno como espacio geográfico natural y urbano donde habita naturaleza y el ser humano es clave para comprender la acción ecomuseal.

·      El desarrollo sostenible en sentido amplio. Las actividades humanas, económicas y sociales, deben ser entendidas a largo plazo, al igual que la preservación y disfrute del medio ambiente.

·      El ecomuseo es una entidad holística. Es la suma de la comunidad y el medio en el que se desarrolla. El ecomuseo no es la recuperación de un entorno y un patrimonio para fomentar las actividades turísticas, sino el desarrollo sostenible de cualquier tipo de actividad que se desee implementar.

Siguiendo estas pautas podemos concluir que la creación de una experiencia ecomuseal parte de un situación de crisis vista desde el punto de vista de la pérdida de identidad, despoblamiento, recesión económica o un conjunto de dichos paradigmas. El cúmulo de estos factores despierta las inquietudes de individuos o asociación vecinal en lo que se denominaría un movimiento asociativo minoritario, que realiza una serie de acciones y actividades para activar la vida social y cultural de una comunidad determinada y de un territorio dado. En ocasiones, estas actividades se traducen la recuperación de bienes patrimoniales, difusión con sentido de provocación a las instituciones locales pertinentes de la necesidad de reapropiar la identidad que la sociedad post-industrial de finales del siglo XX y finales del XXI había perdido.

Las inquietudes de esos movimientos minoritarios se traducen en una continua política de concienciación a los diferentes agentes de la población y del territorio. La sociedad es el foco principal al que se dirige esta provocación. Las herramientas para esta concienciación pasan por las acciones sociales por medio de las juventudes, la recuperación e interpretación Cultural y Natural. Los poderes públicos son una parte esencial para el apoyo de las iniciativas. Y finalmente debe apoyarse al mismo tiempo de una red de socios profesionales de diferentes disciplinas, foráneos o pertenecientes a la comunidad, para la rigurosidad de las medidas acometidas.

El ecomuseo (museo comunitario, museo de barrio, etc.) es un proceso, una utopía, un organismo vivo. En el momento histórico de su gestación fue una puerta entreabierta por la que salir a buscar formas diferentes de relacionar el patrimonio, los museos y la sociedad; fue la forma de construir, mediante la concienciación patrimonial y la pedagogía global, futuros sostenibles.


La situación de España

España es uno de los países en el que los ecomuseos han proliferado en las últimas décadas. La historia de la construcción de una museología social en España y del nacimiento, y desarrollo, de los ecomuseos no fue paralela a la de países vecinos y pioneros en esta materia como Francia, Italia o Portugal.

La historia más reciente de España está marcada por una cruenta y dolorosa Guerra Civil (1936-1939); por una dictadura que tuvo sumido al país en un paréntesis de las corrientes –intelectuales, culturales, sociales, etc.– internacionales durante casi cuarenta años (1939-1975); y por una democracia pactada y tranquila. La sociedad española, desde la transición y la Constitución de 1978 entró en un proceso de cambio copernicano caracterizado fundamentalmente por la descentralización del país y la creación de un estado de Autonomías, la inserción en los procesos de globalización cultural y económicos mundiales, la entrada en la sociedad de consumo, ocio y bienestar, y el ingreso con pleno derecho en los órganos y organismos políticos a nivel internacional. esto se puede traducir en:

·       Un régimen de Autonomías ávidas de recuperar la identidad cultural arrebatada por el periodo dictatorial. Una carrera por revalorizar todo lo autóctono. Las Autonomías otorgaron la libertad a que cada región, a cada individuo, para sentir su identidad cultural dentro de una identidad nacional.

·       La entrada en la Unión Europea ofrecía un panorama inmejorable de desarrollo para todas aquellas regiones y localidades que se encontraban fuera de las políticas turísticas de Sol y Playa. Los programas de Desarrollo Comunitario (LEADER, PRODER, etc.) jugaran un papel decisivo en la creación de instituciones culturales a escala local, entre las que se incluyen museos etnográficos, centros de interpretación y, por supuesto, ecomuseos.

·       Los años ochenta y principios de los noventa fueron los años del crecimiento económico, del boom demográfico y de la conquista de la sociedad de bienestar y de consumo.

España tuvo, en poco menos de quince años desde la muerte del dictador, que empaparse de los años de incomunicación asimilando e implementando teorías y prácticas foráneas ya consolidadas; así como construir líneas propias de pensamientos y metodológicas en materia patrimonial y museística que, como en todo adolescente democrático, jugase un papel esencial en la autorrealización.

Los ecomuseos españoles han surgido fundamentalmente en dos espacios temporales fundamentalmente: entre los años 1990 – 1995; y 2000 – 2005. Ambos periodos coinciden con un momento de desarrollo económico y social concreto de España. No obstante, hay que mencionar que algunas de las experiencias más emblemáticas de la museología social (ecomuseología) española surgieron de iniciativas prácticamente minoritarias en los años ochenta como es el caso de Molinos, Valls d’Àneu o Almedinilla.

Debemos recordar, igualmente, que el «ecomuseo» no es una tipología reconocida por la normativa museal española, con lo que es complicado rastrear y clasificar las experiencias que van surgiendo. Así mismo, esto puede hacer que se queden fuera experiencias que usando parámetros de la museología social no están dentro de su panorama, en ocasiones simplemente por que sus promotores desconocen o no están en los círculos profesionales o académicos del patrimonio y la museología.


En una semana comenzaremos a «destripar» la ecomuseología española.


Óscar Navajas Corral
Phd. Museología.




[1] RIVIÈRE, G.H (1985). «Tercera definición, versión de 1980». Revista Museum, nº 148, vol. XXXVII, nº 4: 182-183.

1 comentario:

RaulMendez dijo...

Felicidades querido amigo Oscar Navajas, te enviaré una serie de testimonios sobre la vigencia de la museología social (museología comunitaria o ecomuseología), en Nayarit, México seguimos desarrollando la museología territorial, respetando los principios fundadores de la Nueva Museología Internacional (Territorio-Patrimonio cultural y natural-Comunidad organizada), es decir, la esencia educativa, cultural y transformadora de la institución museo que tiene como fundamento la organización y participación social... La concepción de la museología tradicional basada en (Edificio-Colección-Público) cada día está más desfasada y no tiene futuro en el proceso democratizador de las políticas museológicas en el mundo... los pueblos sienten y perciben que los museos-templos-gubernamentales no les pertenecen y que no responden a sus intereses y necesidades que plantea la realidad... Hoy más que nunca está demostrado que el museo es y debe ser un reflejo de la diversidad cultural de los pueblos, entendiendo como cultura la singularidad fenoménica de la vida material y espiritual que presenta la sociedad. recibe un fuerte abrazo de tu amigo y colega Raúl A. Méndez-Lugo.